El cuerpo de obra que presento en este dossier,
constituye parte de mi trabajo de los últimos cuatro
años. Su génesis está constituida por la relación
tensional entre un asunto temático, la relación paisaje
y cuerpo y su resolución visual en tanto obra.
A medida que fui avanzando, comencé a encontrarme
con problemas visuales, cuya resolución dentro de la
práctica de la pintura, tiene soluciones ciertamente
conocidas, pero recombinaciones infinitas. Dichas
recombinaciones, constituyen el premio al final del
arco iris sin embargo cuatro años es un período
relativamente corto, y la distancia a recorrer, para
llegar a ese lugar es enorme, sobre todo considerando
que el punto de llegada huye de nosotros en la medida
que nos acercamos.
La pintura es un terreno peligroso. Su lenguaje, es
limitado, y no lo digo con ironía ni sorna. Lo mejor de
la pintura y también lo peor es que una mancha es
siempre eso. El repertorio es hermosamente limitado,
y eso involucra un montón de riesgos. La pintura,
habla en un lenguaje de pocas palabras. Y los pintores,
debemos asumir que se habla como ya se ha hablado.
Los referentes e influencias, se hacen presentes con
una energía inversamente proporcional a la velocidad
de ejecución del trabajo. La obra que presento
corresponde a la última etapa, y responden a un
proceso de mucha concentración; a un trabajo
ejecutado en un transcurso de tiempo relativamente
breve, y con un ritmo constante. Esto último es una
experiencia casi ritual, que me permite convivir con
los referentes sin que su presencia, se tome por
completo la forma de la obra

Mi trabajo se comienza a gestar a partir de intuiciones,
improvisaciones, arrepentimientos, errores,
correcciones etc. que van quedando superpuesta
como registro de una cierta cantidad de acciones
físicas, que tienen lugar en un determinado período
de tiempo y cuyas huellas van sumando capas que
poco a poco comienzan a concretar una superficie.
Dichas capas, involucran tanto lo que se refiere a
procesos pictóricos, como al correlato entre estos
procesos y los cambios que mi mirada tiene respecto
de mi propio trabajo durante el transcurso de la
ejecución de la obra.
Lo que espero es que la superficie pictórica, de cuenta
de lo anterior, constituyéndose en un block de notas
de distintos momentos, por una parte, y por otra en
una especie de telón de proyección, un plano liminal
que opera en un sentido bidireccional, el cual veo
como un límite activo entre realidades que se
enfrentan. En ese sentido, y haciendo el ejercicio
poético de que la información acumulada en la
superficie pintada proviene desde mi mirada cargada
con mis recuerdos, sensaciones, pensamientos etc.,
aquello pintado constituye algo así como un fondo
de ojo, una estampa de mi imaginario hecha cuerpo…
una especie de retrato pintado muy de cerca
De lo que rehúyo conscientemente, al menos en esta
etapa de mi trabajo, es de la huella virtuosa, de una
representación mimética evidente. Intento en este
sentido no pasarme de listo. El juego que me propongo
en este trabajo, está en la dialéctica que se puede
producir entre elementos de naturaleza contraria.
Materia versus nada, empastes contra aguadas,
transparencia versus opacidad, luz versus oscuridad
etc. Dichos diálogos, generan un diferencial de
potencia entre los elementos involucrados, diferencia
que involucra la generación de trabajo, entendido
este como una invitación a la lectura.